En un cacito pequeño vertemos la leche y le añadimos la mantequilla, el azúcar, el anís en grano, el vino dulce, la ralladura de limón y un pellizco de sal. Calentamos hasta llevar a ebullición y retiramos del fuego. Añadimos la harina de trigo de un golpe y removemos con energía hasta incorporar.
Dejamos enfriar bien la masa antes de añadir el huevo y remover bien hasta integrar. Si tenemos prisa, podemos acelerar el proceso extendiendo la masa en un recipiente amplio y metiéndola en el congelador unos minutos. Una vez lista la mezcla, la pasamos a una manga pastelera, calentamos abundante aceite en una sartén y freímos pequeñas bolitas en tandas de unos 10 máximo.
Es importante que el aceite esté a la temperatura adecuada para que los buñuelos no se quemen por fuera y queden crudos por dentro o viceversa. Para ello lo mejor es hacer una prueba antes de lanzarnos a freír como locos. Una vez fritos, los dejamos escurrir sobre papel sulfurizado y los rebozamos en azúcar o azúcar y canela antes de servir.